Colocar bombas y torpedos en sus soportes, cargar con balas y proyectiles las ametralladoras y los cañones de los aparatos, pueden parecer, desde el desconocimiento, maniobras fáciles, sin embargo, y para ir adelantando acontecimientos, no será lo mismo hacerlo en un hangar atestado, sorteando las mangueras de repostaje de los aviones y a los diversos técnicos y mecánicos que preparaban a la flota aérea para el combate. Esta era, sin embargo, la tarea de los armeros.
El portaaviones Hiryu
Siguiendo adelante con nuestro ejemplo, para su primer ataque de la batalla de Midway, contra la propia isla, los aviones de la 2.ª División de portaaviones iban a ser armados con bombas de ataque a tierra modelo 80, de 800 kg de peso cada una. El proceso de armado comenzaba en las oscuras bodegas del Hiryu y el Soryu, los buques que formaban la división, donde los armeros empleaban un aparejo de poleas para sujetar los mortales instrumentos y colocarlos sobre los ascensores que debían llevarlos hasta el hangar, situado más arriba.
Estos ascensores no llegaban solo hasta el nivel de la cubierta del hangar, sino aproximadamente un metro más arriba, y eran estancos, de modo que los vapores de gasolina, más pesados que el aire, no pudieran hallar acceso para precipitarse hacia las bodegas y acumularse en ellas, con el consiguiente peligro. Además, esta altura también facilitaba el traslado de las bombas (800 kg de peso, no lo olvidemos) a los carros que iban a servir para llevarlas hasta los aviones.
Los portaaviones japoneses iban equipados con dos tipos de carros. Uno, más ligero, servía para trasladar las bombas de 242 y 250 kg que cargaban los bombarderos en picado, mientras que el otro, mucho más grande y pesado, estaba diseñado para cargar tanto las bombas modelo 80 como los torpedos modelo 91, tipo 3, que a su vez pesaban 850 kg. Distinguir había sido una interesante iniciativa, sin embargo, por los motivos que fueran, se había decidido que en cada portaaviones solo habría carros para armar, de una sola vez, un tercio de los aviones. En el caso de los dos navíos que nos ocupan, estamos hablando de seis carros pesados y seis ligeros. La conclusión es tan evidente como fácil, armar toda la flota aérea de bombarderos iba a requerir al menos tres turnos de trabajo.
Las bombas modelo 80, medían 2,74 metros de largo.
Y no iban a ser turnos cortos, ya que los ascensores de la armería subían las bombas una a una, no estaban diseñados para subir varias de ellas en un solo viaje. Ya podemos irnos imaginando la repetitiva mecánica que ello supondría. Una vez cargada la bomba sobre el carro, el conjunto, que pesaba unas tres toneladas, tenía que ser trasladado por entre los aviones, mangueras y personas que atestaban el hangar, hasta el avión correspondiente, donde gracias a un mecanismo de manivela, la bomba era alzada y asegurada a los soportes que había bajo la barriga del aeroplano, un proceso que duraba unos cinco minutos.
Finalmente quedaba lo más importante, asegurar el arnés y conectar los cables que accionaban el mecanismo de lanzamiento y seguridad, tras lo cual un armero especializado se encargaba de colocar los detonadores del morro y la cola de la bomba, trayéndola a la vida. A partir de entonces el arma podía estallar, pero no sin que la pieza que sujetaba dichos detonadores hubiera rotado varias veces, cosa que solo sucedía cuando la bomba estaba en caída libre hacia su destino. Es decir, no podía (o debía) estallar mientras siguiera enganchada al avión, y mucho menos cuando este seguía a bordo del portaaviones.
El atolón de Midway, primer objetivo de los japoneses.
Como ya hemos dicho, con un tercio de los aviones armados, los operarios iban a tener que repetir dos veces más este proceso antes de que estuvieran todos listos. Entretanto, también los cazas Zero de escolta recibían sus proyectiles: balas de 7.7 mm para las dos ametralladoras montadas en el morro, y 60 proyectiles de 20 mm colocados en las alas para los cañones montados en las mismas. A diferencia de lo que sucedía con las bombas, en este caso si era costumbre subir gran cantidad de armamento, que quedaba almacenado en los hangares, ya que los cazas no solo partían acompañando a las misiones, sino que también formaban la patrulla aérea de combate (CAP) que protegía el buque de los ataques enemigos, lo que suponía un tráfago constante de despegues y aterrizajes, repostajes y rearmados. La jornada de un piloto de Zero de la Kido Butai podía ser muy, muy larga.
Muy interesante. Y supongo que los yankees a lo largo de la guerra desarrollaron procedimientos en los que el rearme y reaprovisionamiento de los aviones en los portas sería mucho más rápido.
Recuerdo haber leído que al final de la guerra GB envió una flota a colaborar con los yankees y que la RN estaba tan por debajo de la USNAVY que lo que a los británicos les costaba un día hacer (reaprovisionar de combustible a los barcos en Alta Mar), los yankees lo hacían en una hora.